Friedrich Nietzsche

"El Hombre a solas consigo mismo sólo tiene una vía de escape: la del peregrino que siempre se aleja un poco más del desierto de la realidad." F. Nietzsche.

"El hombre es un abismo, da vértigo mirar en él." Wozzeck

domingo, 18 de enero de 2015

Sección áurea.

No dura nada, es como si me estuviera despertando de nuevo en el año
2010,  cuando aún era una chiquilla  y me gustaban mis salvajes colochos,
 a veces los extraño a tal punto de usar gorras y remedios
loquísimos para que vuelvan a ser indomables.

Ese fue mi año menos favorito, no habían mantras que me ayudaran en lo más
mínimo a invocar un dios cercano.  Todo era distante y extraño, era mi momento de rebeldía.
Llegar después de las 9, hacer amigos "metaleros" y salirme del cole de monjas. A mis papás
parecía no molestarles, hasta que me vieron con un encendedor en la mano y una caja de cigarros en el bolso, ahí fue cuando me interrogaron,

- ¿Mija usted fuma mecha?

Claro, porque la pinta de arrabalera no me la quitaba nadie, no podía negarlo. Fue cuando decidí "salirme del closet", le confesé a mi papá que no podía estudiar Arquitectura, que lo mío eran las Ciencias Sociales.
Fue un shock, ¿quien iba a continuar con el negocio familiar?

-Todos los psicólogos están locos, no insista.

Quería (y soñaba) con darme un año sabático, irme a vivir sola seis meses a Puerto Viejo, ponerme un puestito de tiliches en la playa y vivir de eso, una idea totalmente descabellada, que para mi yo de 17 años tenía toda la lógica del mundo.

No dura nada...

Hoy finalmente me levanté en mi tienda de campaña a mas o menos  42 km al sur de la capital de la provincia, no con tiliches ni chunches para vender, sino con una maleta llena de libros de Le Corbusier y Niemeyer. No había logrado escapar del armario arquitectónico pero al menos vivía en uno de los mejores lugares de la tierra.

-Valeria León

Libertas

En mi juego de seducción me pareció verla como una victoria más,
como otra medalla del montón.
Borré su número para olvidarla, el esfuerzo fue en vano,
aún lo sabía de memoria.

Los últimos dígitos me recordaban el número de copas que había ganado mi equipo,
 las veces que la penetraba  cada vez que mi equipo quedaba campeón,
las veces cuando este perdía y que mi euforia y pasión le marcaban la piel.

Toda ella era etérea, mágica.
 Su mirada apagada, su largo cabello ocultaba temores y,
 detrás de esos mechones despeinados, ella luchaba, insistía en no dejarse conquistar.
Con el tiempo su seguridad me iba opacando, me dominaba.
Necesitaba poseerla, consumirme en ella, en su estrechez...
Pero al final comprendí que lo único que ella necesitaba era
verse y sentirse libre.