Mientras caía la primera lágrima él derramaba cera de candela en sus pechos cautivos, inexplorados.
Era el colonizador de sus caderas, tanteaba entre la maleza de sus genitales
como si pretendiera encontrar algo no revelado por otros.
La sombra de sus dedos, la intensidad de su pasión lo desconcentraban sexualmente.
Sus emociones se perdían en esa densa selva virgen , pero él ya conocía el camino de memoria.
Valeria León