y estruendo humanitario,
algunos duermen, otros ríen,
unos lloran y otros olvidan.
Quien lo diría, lo encontré,
mientras me sentaba a leer
los restos del pasado.
Que era el amanecer de mis sueños
y atardecer de mis pesares.
Sobre la mesa un reloj de arena y
mi antiguo tornamesa.
El libro de mis memorias
y la tinta en mi alma.
Mis viajes a Paris y
los amores en Milán
para con vino seducir.
Un paseo por Rocamadour
y de vuelta por la Catedral.
Mi ciudad: en América y
un cuarteto de jazz.
Un solo bar para las
malas memorias olvidar.
Oyendo a Fitzgerald y Armstrong
cantando: sueña un pequeño sueño de mi.
Entre los suspiros, un anhelo,
entre los vinos, un tequila y
entre las velas, ese olvido.
Quiero un Manhattanhenge en
pleno octubre, para celebrar felicidad.
Mari Montero
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