Tus manos codiciosas
sucumben ante mi aliento apacible.
Una bruma se ensancha infinitamente ante tus ojos.
El olor a muerte es triste y a la vez placentero, yo mismo, en el medio de la nada me reproduzco como un germen, cómplice de la rabia y la pasión.
Tus labios silban una melodía casi incompleta, arden, se alteran; Condenado, el humo disipa todos tus secretos
"Y el tercer cigarrillo del insomnio se quemaba en la boca de Horacio Oliveira"
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