Estaba claro, no habia un nosotros.
El destino era adverso y disipaba tus pestañas,
tu aliento de miel me embriagaba
y, miserablemente yo volvia a mi.
Nuestros instintos se acobardaban
un forcejeo de acordes y hojas te eclipsaban.
Mi escudo siempre ganaba, era un duelo inquebrantable
y yo, miserablemente volvia a ti.
Valeria León
¡Qué duras son las despedidas!!... Saludos,
ResponderEliminarKatmarce--
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