Camino los senderos recordando tu inmaculado nombre. Tu
verde pelo se asemeja a estas hojas perennes imposibles de morir, su brillo es como de
cera, pulcro y radiante.
En lo recóndito de la selva tropiezo con tus manos
enraizadas, que yacen incompletas en el lodo; El sol que calienta las piedras
me recuerda tus ojos, voraces y enigmáticos, siempre expresivos y ardientes.
Mientras que la lluvia es sinónimo de tu ausencia, llega con bochorno, humedece
mis sabanas y empaña mi mirada.
El camino de maleza lo ignoro, mis pies conocen el destino,
son tus llanuras siempre tan altas e improbables de escalar. Son tus mejillas
una cuenca donde cada fin de mes crecen mis ríos, Y tu cuerpo se convierte en
el mío, un cementerio nocturno, donde las plegarias disipan lo que alguna vez
fuimos.
Valeria León.
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