Friedrich Nietzsche

"El Hombre a solas consigo mismo sólo tiene una vía de escape: la del peregrino que siempre se aleja un poco más del desierto de la realidad." F. Nietzsche.

"El hombre es un abismo, da vértigo mirar en él." Wozzeck

martes, 11 de octubre de 2016

Mia ragazza

Mia ragazza, no es culpa de nadie que te hicieran dejar las muñecas tan rápido.

Esto lo discutimos hace unos años cuando pensábamos que la guerra era pasajera. Esta vida es un campo de batalla individual y como si no hubiesen suficientes enemigos, la tierra está minada y nuestros ojos vendados.

No hay señales de banderas blancas, no hay señales de treguas prontas a venir.

-  ¿Al menos te dio tiempo de guardar el alma bajo llave?

No dejes que te lleve la marea de lo mundano, nadá con todas tus fuerzas amor. Que esto es solo el purgatorio de las almas que no conocen El Cielo.

- Todavía me acuerdo verte de rodillas con versos en los labios, pidiendo al ojo de la tormenta un poco de calma, y la tuviste, ¿no fue así?
- El descanso acabó. 

No iba a durar para siempre, y ni siquiera empecéis a hablar de  justicia mientras el Medio Oriente sucumbe en llamas y bombas.

No perdas la sonrisa infinita, aunque cueste levantar la mirada al mundo, sigue siendo señal de esperanza con vida propia.

Deja de pedir más, ya el universo te saluda por las noches y te ha regalado más de una estrella. Es virtud y castigo no pertenecer a esta tierra que te vio nacer, disfrutá del préstamo que no es eterno.

Ayudate vos y deja de ese espíritu intacto, cariño, cada vez que queras escapar acordate que el frío de la soledad quema la piel, hace trizas los labios y te deja en perpetuo estado contemplativo.

No todos los ángeles saben que lo son, y mientras recorren su camino regalales paciencia y amor, que ya suficiente cruz cargan en la espalda.

Esta vida es todo menos estacionaria, no te quedes esperando trenes que se atrasan, no te asustes cuando empecéis a ver fantasmas de cuerpos enterrados bajo tierra.

- El Norte llama a su hija adoptiva, reclama lo que es suyo mientras Norfolk llora su ausencia, le dice al oído que el hogar es donde está el amor más puro. 

No vas sola corazón, esta parte que te escribe te acompaña siempre que la invoques, hermana ficticia, dejá de llorar que el gato se quiere asomar por la ventana. La pausa es valida, el abandono no.

Mia ragazza, en algún momento se te iban a cansar los pies de tanto correr, se te hizo maña y costumbre de los años tempranos, pero no siempre te podes salir con la tuya, no siempre tenes la ventaja de empezar de cero. Justo y necesario que te encadenaran aquí por un rato, hasta que aprendas no irte por elección y no por inclinación al miedo.


- Marie -


 
 

domingo, 18 de enero de 2015

Sección áurea.

No dura nada, es como si me estuviera despertando de nuevo en el año
2010,  cuando aún era una chiquilla  y me gustaban mis salvajes colochos,
 a veces los extraño a tal punto de usar gorras y remedios
loquísimos para que vuelvan a ser indomables.

Ese fue mi año menos favorito, no habían mantras que me ayudaran en lo más
mínimo a invocar un dios cercano.  Todo era distante y extraño, era mi momento de rebeldía.
Llegar después de las 9, hacer amigos "metaleros" y salirme del cole de monjas. A mis papás
parecía no molestarles, hasta que me vieron con un encendedor en la mano y una caja de cigarros en el bolso, ahí fue cuando me interrogaron,

- ¿Mija usted fuma mecha?

Claro, porque la pinta de arrabalera no me la quitaba nadie, no podía negarlo. Fue cuando decidí "salirme del closet", le confesé a mi papá que no podía estudiar Arquitectura, que lo mío eran las Ciencias Sociales.
Fue un shock, ¿quien iba a continuar con el negocio familiar?

-Todos los psicólogos están locos, no insista.

Quería (y soñaba) con darme un año sabático, irme a vivir sola seis meses a Puerto Viejo, ponerme un puestito de tiliches en la playa y vivir de eso, una idea totalmente descabellada, que para mi yo de 17 años tenía toda la lógica del mundo.

No dura nada...

Hoy finalmente me levanté en mi tienda de campaña a mas o menos  42 km al sur de la capital de la provincia, no con tiliches ni chunches para vender, sino con una maleta llena de libros de Le Corbusier y Niemeyer. No había logrado escapar del armario arquitectónico pero al menos vivía en uno de los mejores lugares de la tierra.

-Valeria León

Libertas

En mi juego de seducción me pareció verla como una victoria más,
como otra medalla del montón.
Borré su número para olvidarla, el esfuerzo fue en vano,
aún lo sabía de memoria.

Los últimos dígitos me recordaban el número de copas que había ganado mi equipo,
 las veces que la penetraba  cada vez que mi equipo quedaba campeón,
las veces cuando este perdía y que mi euforia y pasión le marcaban la piel.

Toda ella era etérea, mágica.
 Su mirada apagada, su largo cabello ocultaba temores y,
 detrás de esos mechones despeinados, ella luchaba, insistía en no dejarse conquistar.
Con el tiempo su seguridad me iba opacando, me dominaba.
Necesitaba poseerla, consumirme en ella, en su estrechez...
Pero al final comprendí que lo único que ella necesitaba era
verse y sentirse libre.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Abismos

Dios me condenó a sentir profundamente en la tierra, me hizo sentir cada abismo y cada falta con fulgor.

Me dio piel de seda e inocencia, me dio fe, me dio el poder de ensimismarme para poder hablar con Él .

Y yo, yo me robé la muralla China para proteger mi alma.

Los sentires después se convirtieron en costumbres, costumbres que a mis 21 años no quisiera tener.

Desde pequeña he admirado los abismos, quisiera dejarme ir y sentir esa caída libre por siempre, pero se sabe que entre más alto el salto, peor es el aterrizaje.

Nada es eterno, al menos no en este mundo y creo que estoy lejos de llegar a otro.

No  creo en la felicidad terrenal, no creo en tal cosa. Y ya no quiero sentir, al menos ya no quiero sentir tanto, ha sido una flecha tras otra, y no hay cuerpo que resista tal martirio.

Todos queremos encontrar una sola cosa, ver al otro lado del abismo y  darnos cuenta que no estamos solos. Pero los abismos engañan  y lo que nadie nos dice en esta tierra es que no hay nada del otro lado, vivimos de la esperanza, de los espejismos de vez en cuando.

Pensé que el mal vivía solo en la sangre de mis antepasados, pero se expandió alrededor del mundo, lo abrazó y hoy sigue siendo parte de la atmósfera en la que vivo.

Hay una clara incompatibilidad con los habitantes de esta tierra, y todos los días vemos máscaras que nos ayudan a finalizar el horario laboral. Estamos encerrados entre nuestra frente y la nuca, entre nuestros ojos, oídos y espalda.

Y nos mantiene viva la esperanza de que nuestros sentidos no nos traicionen, al final siempre lo hacen.

Afuera hay un mar lleno de trampas, de mentiras, de engaños.  Afuera bombardean sexo, comen deudas y respiran gases tóxicos por gusto. Afuera nadie es realidad, afuera cada quien tiene a su propio Dios.

Afuera hace frío , afuera hace soledad.

Y aquí estamos, resguardados por esta muralla , con miedo de esa masa de simulacros sentimentales.

Corremos a los bosques o a los libros de Nietzsche y Ayn Rand pensando que algún día, a lo mejor, podrán desaparecer las falsedades.  Adoptamos formas curiosas de desaparecer, de ignorar, de combatir en silencio.

O somos dueño de un gato.

Es aquí entonces donde nos quedamos esperando el próximo inevitable asalto al alma.

No somos mayoría,  a decir verdad no tenemos certeza si quiera, de una sola persona más.





Marie Montero

domingo, 26 de octubre de 2014

Los Extras

Un día como hoy solo anuncia el escenario colectivo que permanecerá así los próximos meses. Como si no fuera suficiente que el invierno invada la avenida 10 como si quisiera poseerla. Como si no bastara la soledad que abarca este mundicio que se hace llamar ciudad.

Pero me sigue robando la atención un viernes por la tarde y todo el álbum de The National. Puede que sea culpa del clima, pero no me atrevería a culpar a la inocencia del cielo.

Ni siquiera el objetivismo puro podría salvar esos cuerpos vacíos, carentes de identidad.

La vida no los atravesó, quedaron a la intemperie de la masa, los extras del filme.

Se convirtieron en animales esperando el siguiente impulso que los invadiera como una venda negra que los ciega.

Y aun así siguen caminando, como si no les importara, como si necesitaran un grito de auxilio. Un alto a la ignorancia.  No se detienen a observar la dimensión que los rodea y los consume la tv después de la 6 p.m.

Un modelo social ajeno los formó y se limitaron a aceptarlo, de por si todo fue culpa de Laura y ahora a Luis Gui no le va muy bien. Se quejaban de la burocracia del éxito. Creyeron en los ideales utópicos, esos discursos dignos de ser llamados arte de la manipulación.

Y es casi deprimente el hecho estar en función exponencial, teniendo el poder 2cm arriba de su visión, pero seria pedir demasiado para un simple mortal.

Se repite la misma historia, una civilización tras otra, cayeron en las misma trampa.

Una condena los persigue siempre.


David Uzochukwu Photography

jueves, 5 de diciembre de 2013

Ley del deseo: relato #3

Usted se ha vuelto indispensable en mi repertorio,
como esas canciones viejas y gastadas que puse en el mixtape.
Como su mirada constante y sus demonios internos.

Y no hace falta llorarlo,
o recordarlo, antes que todo se acabe,
bañaremos las pasiones en nuestros aceites.

Sin llantos ni remordimientos
sólo los temblores de siempre,
y las palabras inventadas.

La abundancia, los gemidos turbulentos;
Y no hace falta llorarlo,
por que ante todo, usted es mi compañero.

Valeria León.

martes, 5 de noviembre de 2013

Relato número dos: ardor.




Mientras caía la primera lágrima él derramaba cera de candela en sus pechos cautivos, inexplorados.
Era el colonizador de  sus caderas, tanteaba entre la maleza de sus genitales
como si pretendiera encontrar algo no revelado por otros.
La sombra de sus dedos, la intensidad de su pasión lo desconcentraban sexualmente.
Sus emociones se perdían en esa densa selva virgen , pero  él ya conocía el camino de memoria.

Valeria León

viernes, 11 de octubre de 2013

Amatoria: relato #1

Sentía como poco a poco me invadía la curiosidad, quería saber más sobre él,
sobre su cicatriz entre sus dos lunares ubicados en su mejilla derecha,
sobre sus largas pestañas y sus abrigos tejidos
que le otorgaban una imagen de calidez y autoconfianza.

Anhelaba comprender el misterio de sus vibraciones,
su serenidad a la hora de interpretar mi mirada
y como su risa resonaba como un mantra
por horas
en mi cabeza.

Ese era el misterio más grande, como sus dedos rozaban mi piel
como tratando de descifrar un mapa
que siempre lo llevaban al ombligo de la tierra
y que al encontrar su centro
todos sus tesoros reverdecían
manteniéndolo atado a mi entrecejo, siempre mirando al interior
con claridad y equilibrio.

Valeria León.

domingo, 7 de abril de 2013

Relato número uno, Vuelta por San Pedro y La Avenida.


Hoy me dije dos cosas muy seguido:

1. No vuelvo a mentirle a mi conciencia.
2.  No quiero vivir con mis yo equívocos.

Y así fue como apresurada y de mal genio emprendí mi efímero viaje a la capital, con toda la disposición del mundo, y lo que parecía correcto en ese momento, decidí encogerme, dejarme arrastrar por el viento. Llegué, hacía frío y el cuarto piso de ese edificio tenía mi nombre pintado en las ventanas. En el rellano las colillas de los cigarros me inducían nuevamente a profanar mi templo. De pronto, con entusiasmo exploraba lo prohibido, navegaba libre sobre calmas aguas y súbitamente me encontraba en su ombligo,  mi cueva y consejero. Estaba revestido de maleza y suelo fértil, sabía que ahí podía fácilmente conectarme con la madre tierra.

Convivir era lo que menos sé hacer, pero el anfitrión de mis pesares me recordaba constantemente que, para vivir hay que llegar a las zonas donde el cielo vale más que la tierra.
El destino, una prisión urbana donde todos caminan con prisa mirando solo adelante, sin suerte de capturar su izquierda magnifica, donde un civilizado aventurero opinaba sobre la magia de febrero; Y del dulce, y a la vez ensordecedor ruido de las madrugadas.
Para mí era un eterno retorno, era como la materia desfibrándose, lento pero perfecto, como si nada fuera imposible, como si todo fuera grato.

Valeria León.

lunes, 11 de marzo de 2013

Southampton Row

Te dejé en la equina de la calle 15, un 9 de mayo. Te dejé por primera vez, jamás hubiera podido dar vuelta atrás. Te dejé y cuando volví no quedaba rastro alguno de la esencia inicial que alguna vez nos unió.

Me perdí, como si fuera un capricho inesperado, impertinente, la venganza del arrebato de la propiedad privada. Me perdí, crecí, fui fuego, fui océano y vos estabas en otro lado, fuiste otredad, fuiste distancia.

La guerra sigue en pie, el ojo de la tormenta pasó y se asomó en medio de la tragedia. Ahora solo queda la imagen congelada, un campo de batalla que ya no soporta un enfrentamiento más.

Que no se te acaben las palabras, que la biblia no se te caiga de las manos cuando la tengas en frente. Que la venganza de los demonios del pasado no te carcoma el alma, ojalá y aprendas algún día a volar.

Que no te ancle más la tierra, viví aquí conmigo, en el cielo.

No te desangres con una herida sin sentido. Que cada paso suene como un estruendo, y luego que el silencio total te envuelva, que te levantes fuerte, viva. Hace tiempo nos dijimos adiós, pero no fue para siempre.

Así como si nada, seguimos caminando tan lejos y tan cerca, nos perdimos en la niebla. Nos cegó el blanco, ya no quedan portales sin santos, ni gritos de pesadillas a la madrugada. No tenemos las mañanas, ni el té de la tarde. 

Tenemos una voz inconfundible que no conoce distancias.


Marie Montero M.

jueves, 7 de marzo de 2013

EN 456 Phoenix 2.

Grité, grité alto y fuerte, mi voz hizo eco en la nada, vibraciones queriendo ser palabras y volvió el silencio. Hay veces que olvido que solo vine por un rato, no hay eternidades en mi destino, hay veces que olvido que pronto hay que partir. Entre pasó y pasó siempre planeo la próxima vía de escape, el próximo tren.

Empaqué un buen libro, quería llevar a Zafón, al final me llevé el librito de Vargas Llosa. La cámara en la maleta y el sueter en los regazos. En las estación no hay alma que se ampare del cielo, el tiempo no ayuda y el tiquete se quiere resbalar de las manos.

En medio del instante real y el sueño despierto, mis pies no quieren permanecer inmóviles al borde de la espera pero si corro, eventualmente, el cansancio me vencerá, arruinará la trenza en el cabello y no quedará rastro de maquillaje o delicadez.

Aquel gigante se acerca, rápido y temeroso, omnipotente y casi como brusco o grosero, anuncia su llegada, el aspecto fantasmal no se lo borra nadie. El equipaje va a un lado, no quería abrir el álbum de fotos, la nostalgia comete errores sin sentido ni fundamento.

Este es un corazón de león, que tiene un diccionario de sentimentalismos guardado con secreto para aquel metafísico, que viene como aurora boreal en el norte: tan inalcanzable el universo, pero de vez en cuando las luces tocan la tierra.

Mientras me absorbe el tiempo, me quedo absorta en la velocidad y el ruido abrumador de los rieles, después del primer minuto es inofensivo al oído humano. Me hiere en el pecho el sentimiento, quedo indefensa, desnuda a tu intemperie.

Atrapada siempre entre la niebla, grité: ¡libre! y nadie escuchó, grité: ¡fuego! y después fue incontrolable. El frío derrite la ventana con cariño, la condensación baja gota a gota y los ojos desenfocan el calvario que se enmarca detrás del primer plano. Me roba la piel y el alma. Se lleva consigo cualquier señal vespertina de vida y hasta  el último gramo de esperanza.

Cualquier otra arma de fuego hubiera bastado, pero el perdigón penetró algo más que la carne y brotó algo más que sangre, se fragmentó a quemarropa.

El rojo del asiento marea y el dorado clásico decorativo me hace recordar el oro que no existe en tu fortuna. El silencio es inmortal, infinito, y si cierro los ojos por un rato tal vez se termine la tragedia o se acorte el camino.
Soñaba despierta, soñaba como dos almas colisionaron y se quedaron ahí, tan solo por un momento pudieron morir en el instante. No hicieron falta palabras, se cayeron los demonios, sobraron los discursos  y se sonrieron, como si supieran que habían nacido alguna vez para encontrarse... y no me despierten hasta que termine el viaje.



Marie Montero



miércoles, 6 de febrero de 2013

Sin palacios en ruinas

De nuevo, en medio del desierto.  

En medio de la nada, por primera vez sin palabras. 

Completa.

A menos de un segundo de distancia y estamos tan lejos.




Ojala y esta esta realidad no nos asesine, que no se te borre la sonrisa. Si vas a vivirme, víveme bien, porque solo lo harás una vez. Somos un ocaso, estamos por un momento y luego nos vamos. No hay nada más que decir, no hay segunda parte de la historia. Siempre lleva punto final, sin opciones de edición.

Se nos gastaron las ideas, se cayeron los discursos, fuimos escandalosamente humanos. Sabía que el filantropía me enterraría cien metros bajo tierra. Ese amor por el hombre no lleva más que al fracaso del ser y una caída más, la misma piedra.

No quiero palacios en ruinas, y solo queda el miedo de no ser escogida. 

Se acerca marzo y por tercera vez, no quiero sangrar en Octubre. Somos de invierno, de otoño, del frío infinito. Yo no quiero ser prisma del mes, de temporada. Quiero quedarme en el oeste del recuerdo.

 La noche solo es noche, cuando el cielo se desploma y nos encontramos.

Desconfiada, casi ambivalente. Levántame la mirada, quiero vivir, vivir, vivirte; en el giro de la luz por la tarde. Que mundo se vuelva sordomudo, que solo se escuche el Ruiseñor de la ventana y dos mundos en calma. La ciudad será testigo de estas dos almas.

Marie Montero M