Friedrich Nietzsche

"El Hombre a solas consigo mismo sólo tiene una vía de escape: la del peregrino que siempre se aleja un poco más del desierto de la realidad." F. Nietzsche.

"El hombre es un abismo, da vértigo mirar en él." Wozzeck

lunes, 11 de marzo de 2013

Southampton Row

Te dejé en la equina de la calle 15, un 9 de mayo. Te dejé por primera vez, jamás hubiera podido dar vuelta atrás. Te dejé y cuando volví no quedaba rastro alguno de la esencia inicial que alguna vez nos unió.

Me perdí, como si fuera un capricho inesperado, impertinente, la venganza del arrebato de la propiedad privada. Me perdí, crecí, fui fuego, fui océano y vos estabas en otro lado, fuiste otredad, fuiste distancia.

La guerra sigue en pie, el ojo de la tormenta pasó y se asomó en medio de la tragedia. Ahora solo queda la imagen congelada, un campo de batalla que ya no soporta un enfrentamiento más.

Que no se te acaben las palabras, que la biblia no se te caiga de las manos cuando la tengas en frente. Que la venganza de los demonios del pasado no te carcoma el alma, ojalá y aprendas algún día a volar.

Que no te ancle más la tierra, viví aquí conmigo, en el cielo.

No te desangres con una herida sin sentido. Que cada paso suene como un estruendo, y luego que el silencio total te envuelva, que te levantes fuerte, viva. Hace tiempo nos dijimos adiós, pero no fue para siempre.

Así como si nada, seguimos caminando tan lejos y tan cerca, nos perdimos en la niebla. Nos cegó el blanco, ya no quedan portales sin santos, ni gritos de pesadillas a la madrugada. No tenemos las mañanas, ni el té de la tarde. 

Tenemos una voz inconfundible que no conoce distancias.


Marie Montero M.

jueves, 7 de marzo de 2013

EN 456 Phoenix 2.

Grité, grité alto y fuerte, mi voz hizo eco en la nada, vibraciones queriendo ser palabras y volvió el silencio. Hay veces que olvido que solo vine por un rato, no hay eternidades en mi destino, hay veces que olvido que pronto hay que partir. Entre pasó y pasó siempre planeo la próxima vía de escape, el próximo tren.

Empaqué un buen libro, quería llevar a Zafón, al final me llevé el librito de Vargas Llosa. La cámara en la maleta y el sueter en los regazos. En las estación no hay alma que se ampare del cielo, el tiempo no ayuda y el tiquete se quiere resbalar de las manos.

En medio del instante real y el sueño despierto, mis pies no quieren permanecer inmóviles al borde de la espera pero si corro, eventualmente, el cansancio me vencerá, arruinará la trenza en el cabello y no quedará rastro de maquillaje o delicadez.

Aquel gigante se acerca, rápido y temeroso, omnipotente y casi como brusco o grosero, anuncia su llegada, el aspecto fantasmal no se lo borra nadie. El equipaje va a un lado, no quería abrir el álbum de fotos, la nostalgia comete errores sin sentido ni fundamento.

Este es un corazón de león, que tiene un diccionario de sentimentalismos guardado con secreto para aquel metafísico, que viene como aurora boreal en el norte: tan inalcanzable el universo, pero de vez en cuando las luces tocan la tierra.

Mientras me absorbe el tiempo, me quedo absorta en la velocidad y el ruido abrumador de los rieles, después del primer minuto es inofensivo al oído humano. Me hiere en el pecho el sentimiento, quedo indefensa, desnuda a tu intemperie.

Atrapada siempre entre la niebla, grité: ¡libre! y nadie escuchó, grité: ¡fuego! y después fue incontrolable. El frío derrite la ventana con cariño, la condensación baja gota a gota y los ojos desenfocan el calvario que se enmarca detrás del primer plano. Me roba la piel y el alma. Se lleva consigo cualquier señal vespertina de vida y hasta  el último gramo de esperanza.

Cualquier otra arma de fuego hubiera bastado, pero el perdigón penetró algo más que la carne y brotó algo más que sangre, se fragmentó a quemarropa.

El rojo del asiento marea y el dorado clásico decorativo me hace recordar el oro que no existe en tu fortuna. El silencio es inmortal, infinito, y si cierro los ojos por un rato tal vez se termine la tragedia o se acorte el camino.
Soñaba despierta, soñaba como dos almas colisionaron y se quedaron ahí, tan solo por un momento pudieron morir en el instante. No hicieron falta palabras, se cayeron los demonios, sobraron los discursos  y se sonrieron, como si supieran que habían nacido alguna vez para encontrarse... y no me despierten hasta que termine el viaje.



Marie Montero