Friedrich Nietzsche

"El Hombre a solas consigo mismo sólo tiene una vía de escape: la del peregrino que siempre se aleja un poco más del desierto de la realidad." F. Nietzsche.

"El hombre es un abismo, da vértigo mirar en él." Wozzeck

martes, 27 de marzo de 2012

La azotea.

Pies descalzos, shorts y cualquier camiseta; el gato salió corriendo y pude ver entonces mi reflejo en el aquel antiguo espejo y una nube gris me rodeaba como un halo lunar rodea a la luna en circunferencia perfecta, no entendía que era lo que ocurría. Entonces el reflejo de aquella muñequita de plata me mostró la verdad.

 Acaso era real o imaginario lo que veía , ¿Era él el causante de todo aquel mal?. Ahora lo se bien, quien es el culpable de este crimen con un toque de pasión. No era mi intensión culpar a la equivocada y no te quiero ahogar de excusas invalidas carentes de argumento y llenas de egoísmo. Lamento todo esto , te juzgue por falsos testimonios y me llené de mi propio temor, pero si mi espalda estuviera desnuda ante tus ojos podrías ver las mentiras escritas en la pobre delicadeza de esta piel y podrías ver las cicatrices que me ha regalo el tiempo de vez en mes. Disculpa la ignorancia pero no sabía que el traidor estuviera tan cerca, cegada completamente y caí en la trampa que ofrecía esa falsa indumentaria, creí en esa falsa sensación de confianza; ciertamente pensé que sería un pilar más de la balanza que el cielo me bajaba.

 La soledad puede nublar la vista y llegar a confundir muchas visiones, como desierto sin agua y aun sigo buscando algo de calor en el frío que esta noche invita a compartir. Pero se me agotaron las palabras, todavía no comprendo por que la verdad es tan difícil de alcanzar.

 Además de la humillación no tengo más palabras que deletrear; que estos ojos están cansados ya de ver tanto martirio, se cansaron estos labios de pronunciar tantas falsas verdades, se cansaron los oídos de escuchar tanta mentira y este olfato de oler tanta traición. Y que el cielo se apiade y me salve. Jugamos con fuego inocentemente y nuestras manos ardieron.

 Perdona corazón yo tan solo quería devolverle esa ilusión a aquel soldadito de plata que en la esquina se encontraba y que nunca me encontró. Una razón más por la cual no volver a creer en la falsa humanidad que aparentan aquellos que dicen vestir de blanco pero cuyos adentros están hecho de cizaña y temor.


Así que me aleje del espejo después de ver aquello, un poco aturdida por tanta información y me costaba creer que había sido yo la que había atado la soga con la que colgaría. Así que subí las escaleras esas que me llevarían a tu cielo, cada paso, cada escalón era infinito y cuando subí el último todo lo que encontré fueron cenizas en la azotea, cenizas que no me pertenecían y sobre las cuales no tenía derecho alguno. La ciudad dormía ya, no había nada más que hacer. Un cóctel mezclado de culpa, traición, ingenuidad y una que otra gota de amor me acurrucó el alma.

Perdona pequeña mía ambas jugamos con agua después de la intensidad de aquella quemadura pero nos ahogamos en ese pequeño charquito de humedad..

Maricruz Montero


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